El vestido de torear no hace a un torero, pero verdaderamente no hay torero, ni fiesta como mandan los cánones, con un tipismo tradicional, sin un traje de luces.
Y es que constituye un elemento fundamental, completado con el resto de instrumentos de torear, de la ceremonia de la corrida, desde que el torero se viste en el hotel o en casa, y después del paseíllo, durante toda la lidia.
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